En mi persona, los pensamientos
intrusivos tienen un poder muy particular, y son en ocasiones los promotores de
ciertos impulsos que me llevan a escribir, o a dejarle saber a alguien lo que
siento en ese momento.
No todas esas ocasiones son
definitivamente oportunas, y a veces me hace meter la pata, al decir o
manifestar sentimientos, quejas vivenciales o mi opinión (que quizás no me pidieron).
En muchas ocasiones, por la misma
necesidad de atención, toco con palabras, esas teclas que en respuestas son capaces de hacerme sentirme
bien solo por un rato (dizque para alimentarme el ego) y que luego suelen dejarme
frustraciones, arrepentimientos y sentimientos encontrados.
Tener firmeza en las
decisiones tomadas es el primer paso
para retribuir “ese sentimiento de quererme de forma consciente”; es un
aprendizaje cuesta arriba, muy espinoso y que sin duda, por más apoyo que
necesite, tendrá más valor al afrontarlo sola.
Si ya existe una decisión tomada,
sea cual sea el aspecto, debo proseguir con los siguientes pasos y en lo
posible, evitar detenerme y preguntarme: ¿y si lo intento por última vez?...
Los deseos y anhelos solo se
intensificaran si el pensamiento así lo permite…
Desde ya, hago lo posible por
dejar de ser como la mujer de Lot... (la Biblia y sus lecciones).